“Take me stitch by stitch”: de la corporalización y las violencias en A Girl is a Half-formed Thing de Eimear McBride

En 2013, la primera novela de Eimear McBride, A Girl is a Half-formed Thing, fue publicada. En una sociedad contemporánea católica y patriarcal, una joven chica irlandesa, cuyo nombre jamás se menciona, crece en una familia donde impera el abuso, y a la sombra de un hermano mayor que, cuando niño, sobrevivió de forma milagrosa al daño de un tumor cerebral, aunque éste le deja secuelas que la madre no acepta. Así, mientras la protagonista está en crecimiento, y ya desde el vientre materno, se le inscribe en un discurso en el que las figuras femeninas están subyugadas a lo masculino. Entre las varias violencias que se ejercen sobre ella la más importante es el abuso sexual que sufre a los 13 años de edad y a manos de su tío, experiencia a partir de la cual comienza a explorar su cuerpo y sus límites de formas que resultan perjudiciales y cuyo desenlace es su suicidio en un río. Dividida en cinco partes, dentro de las cuales hay una subdivisión por capítulos, la narración de lo anterior ocurre por medio de un flujo de consciencia fragmentario que mezcla oraciones con frases, repeticiones con silencios y, en el clímax, minúsculas y mayúsculas.

Entre las múltiples cualidades que destacan en este texto, la que me parece más sobresaliente para la construcción del cuerpo femenino —una de las preocupaciones que McBride muestra en su obra— es la relación que se establece entre la corporalización y el lenguaje como vehículo de ésta. Como punto de partida, entiendo cuerpo “as a natural, physical entity and as produced through cultural, discursive practices” (Pilcher y Whelehan 9). Debido a que mi intención al estudiar la narrativa de McBride es abstraer su propuesta de representación de los cuerpos femeninos, en este breve ensayo abordo tres formas en las que la fragmentación articula la ruptura identitaria, y que, paradójicamente, construyen a la protagonista de esta novela: su relación con el hermano; la contraposición de su discurso con el de su abuelo; y la crisis del lenguaje en la violación sexual.

La novela comienza antes del nacimiento de la protagonista y con la inesperada reducción del tumor del hermano. De hecho, abre con la frase, “For you” (3), a la que le sigue una oración incompleta, “You’ll soon” (3). Lo anterior se conjuga en una tercera oración, “You’ll give her name” (3), que sirve como eje —y sentencia— para la construcción de la chica. La falta de concreción que vemos en las primeras frases es la que caracteriza la narración. El abandono del padre convierte al hijo en el “hombre de la casa”, pero es un personaje vulnerable que no encaja en la normatividad que esto conlleva. Dicha vulnerabilidad es consecuencia de su supervivencia, que se explicita de forma física en la cicatriz en su cabeza y sus espasmos (49) y, de forma psicológica, en un desfase cognitivo que se sentencia como “brain-damaged” y “handicapped” (49). Tras el nacimiento de la chica, la madre los fuerza a un entendimiento del mundo que ocurre, de forma inescapable, uno a través del otro. De forma más específica, Mammy refuerza la dependencia de la chica con su hermano en declaraciones como la siguiente: “I’m so glad your brother’s lived. That he’ll see you. It’ll all be. But” (5). Se entiende, entonces, que la protagonista existe en relación con esta figura masculina y se le condena a una falta de individualidad.

De este modo, el vínculo entre los personajes se observa en la similitud de sensaciones que experimenta la chica al percibir el mundo. Por ejemplo, el conocimiento de su propio cuerpo refiere al tratamiento médico del hermano: “Feeling limbs feeling. Pins and. Needles” (42). Los une, además, la imposibilidad de verbalizar el trauma familiar, pues deben “Hide all the memory” (39). Aunque Mammy insista en que el hermano es quien está ahí para cuidar a la chica, la protagonista es quien se responsabiliza de su posterior supervivencia (social, emocional y física), pues es consciente de su vulnerabilidad. Tres instancias lo indican: en la adolescencia, ella desvía la atención que los compañeros de escuela depositan en su hermano y canaliza (de forma nociva) su enojo al establecer relaciones sexuales con ellos. Cuando se muda a la ciudad, continúa pensando en “you”, el hermano, a veces como culpa, a veces como consuelo, pero siempre evidenciándolo como una entidad incompleta. Por último, en el lecho de muerte, es ella quien lo consuela y acompaña:

My. lllllllllllllllll. Love my. Brother no.
Silent.
He’s gone. He’s gone. Goodbye. (188)

La muerte del hermano es uno de los múltiples quiebres emocionales que experimenta la protagonista. En la cita anterior se nota, en la fragmentación de palabras y sonidos —esa dolorosa “l” que alarga el lamento de la pérdida—, la forma en la que la chica articula sus vivencias. En clara oposición con su discurso fracturado, se presenta el del padre de Mammy, quien aparece poco, pero tiene un peso latente. Granda llega “like bolts out of the blue” (13) para juzgar la realidad en la que vive su hija, la cual no encaja con su perspectiva heteronormativa, religiosa y exigente. Alcohólico supuestamente reformado, establece un discurso doxal cuya autoridad se denota en las dos cuartillas de sermón que la chica atestigua. Comienza con un imperativo —“Sit down youngster and tell me what have you been at since I was here last” (14)— y termina con una demostración de su poder: “Because I’m her Daddy so if I say it she has to give you a smack” (15). A diferencia de la enunciación de la protagonista, el abuelo discurre con oraciones completas. Durante las dos cuartillas, McBride no deja espacio para ninguna otra voz, lo cual refuerza la doctrina principal de este personaje, misma que plasma el fundamento católico y patriarcal de la novela: “Your body is a temple for Christ” (14).

En este entendido, la chica asocia la sexualidad con la culpa. Granda señala de inmoral a esta niña, entonces de dos años, por “mostrar” su ropa interior. La madre, en consecuencia, desencadena su violencia y frustración en los infantes, provocando incluso un sangrado nasal en la menor. Las imposiciones físicas en el cuerpo y el sangrado se vinculan después con la violación de la protagonista, la cual también es su primera experiencia sexual, cuando el tío la incita a reflexionar sobre la lujuria (“lust” [51]) y la deja en una condición de desamparo (“lost” [53]). El acto se expresa de la siguiente forma:

Fuck me if he could and I and I and I. … He did not get me after all.
Oh but he did. I’m lying. I am not I am. … Pull my skirt down by my ankles. Shed. And it was so quiet that I could hear him open me. … Oh God. It hurts me take it out. It. … It hurts me. And kissing and choking me. Almost too much of my body taken up. (57-8)

Dolorida e impactada, la chica reflexiona sobre la pérdida de su virginidad —otro de los constructos sociales impuestos a los cuerpos femeninos— y concluye “He rip me” (59). Esta condición de ruptura es observable en la repetición, pues alude a un vacío de significado, y la brevedad de las frases; es, también, la constante que permanece en sus siguientes actos sexuales. La chica comienza a buscar un “something” a partir de esto, sustantivo que no contiene un referente específico. Continúa enfrentándose al asedio de otros depredadores, incluidos el mismo tío, hasta convertirse en lo que reconoce como “These are my bits. My pieces” (152). Sintetizo ahora los dos momentos de abuso sexual que mejor muestran la imposibilidad que tiene la chica para articular estas experiencias y, por ende, la incapacidad que presenta de asumirse como un individuo completo y autónomo.

Cuando un depredador resentido la asedia en venganza de un golpe que recibió por parte del tío, las frases incompletas de la protagonista pierden la posibilidad del sentido gramatical lógico que sugería anteriormente: “You’re hurt me” (192); “Rips the I think dig them through my leg he” (193). También el sonido se distorsiona, sólo aludiendo a palabras probables, como se observa en “Doos the fuck the fuckink slatch in me” (192); incluso en la grafía de éstas hay un cambio, pues la chica no alcanza a entender lo que percibe: “Kom shitting ut h mith fkng kmg” (193). El sufrimiento físico se intensifica y sólo se puede demostrar por medio de la alternancia de mayúsculas y minúsculas en las partículas que alguna vez tuvieron sentido: “Soon I’n dead I’m sre. Loose. Ver the aIrWays. Here. mY nose my mOuth I. VOMit. Clear. CleaR. He stepS up gETs. Look. And I breath. And I breath my” (194). Aunque éste es el clímax de la novela, la tortura se prolonga cuando, habiendo sobrevivido tal atrocidad, Mammy la juzga y la rechaza, situación que el tío aprovecha para volver a abusar sexualmente de la protagonista. Lo anterior termina en una aglutinación, llena de inversiones, que señala la pérdida última del sentido: “Stick it ionthe don’tinside wwherhtewaterisswimming htrooughmynoseandmouth throughmysense myorgands sthroughmythrough” (197).

Ese “something”, que la chica intenta concretar una vez que la fuerzan a un despertar sexual, permanece intangible, mientras que su realidad corporal se establece por medio de un dolor delimitado: “I’m only here in my bones and flesh” (198). Como es posible observar en estas tres instancias de fragmentación, su identidad se construye a partir de las rupturas provocadas por las violencias que se ejercen sobre ella. Dichas violencias surgen a partir de imposiciones que tienen que ver tanto con su condición física (un cuerpo femenino) como con los mandatos culturales y sociales que se exigen sobre ésta. El abuelo es el personaje que representa el discurso dominante de la narración al establecer los parámetros de los que la chica busca separarse sin éxito. Es con base en la culpa que surge de la doctrina católica que ella busca purificarse en el río, lo cual la lleva a la muerte. De igual forma, a partir de que la madre la subyuga a la figura del hermano, la protagonista entiende su realidad de una forma mermada, misma que pierde una vez que su contraparte fallece. Por último, los abusos sexuales de los que la chica es víctima se traducen en una pérdida del sentido identitario y lingüístico, observable en última instancia en el desvanecimiento del nombre en la oración que le da cierre a la novela: “My name is gone” (203). Todo lo anterior argumenta a favor de la cualidad paradójica de la creación artística de McBride, quien desarrolla una construcción dolorosamente específica de la protagonista por medio de su progresiva descomposición. No resulta coincidencia, entonces, que el título de la obra indique esta carencia de totalidad: estamos, en efecto, en presencia de una chica a medio formar.


Carolina Ulloa

McBride, Eimear. A Girl is a Half-formed Thing. Londres: Faber & Faber, 2013. 1-205. Impreso.


Fuentes consultadas

McBride, Eimear. A Girl is a Half-formed Thing. Londres: Faber & Faber, 2013. Impreso.
Torras Francés, Meri. “Embodiment (embodimén)”. Barbarismos queer y otras esdrújulas. Eds. R. Lucas Platero Méndez, María Rosón Villena y Esther Ortega Arjonilla. Barcelona: Ediciones Bellatera, 2017. 161-167. Impreso.
Pilcher, Jane e Imelda Whelehan. “Introduction”. Fifty Key Concepts in Gender Studies. Londres, Thousand Oaks y Nueva Deli: Sage Publications, 2004. PDF.