La narrativa angloirlandesa contemporánea, y el sueño

En su ensayo titulado “La narrativa y el sueño” (“Fiction and the Dream”), el escritor irlandés John Banville afirma que “el objetivo del novelista es hacer al lector tener el sueño ––no sólo leer sobre éste, sino experimentarlo: soñar el sueño; escribir la novela”. Esta aseveración presenta numerosos retos tanto para los artistas como para los lectores. Y, en torno a la narrativa angloirlandesa contemporánea, nos lleva a preguntarnos qué tipo de sueños hemos sido invitados a experimentar e, incluso, coescribir, cuando leemos las novelas y los cuentos de los últimos, digamos, cincuenta años, publicados por autores irlandeses residentes en la isla o en otras latitudes. Las obras de dichos escritores han modificado no sólo nociones tradicionales sobre el arte de narrar sino, también, lo que con frecuencia asumimos sobre las prácticas de lectura. Muchos de los textos en cuestión se acercan, de forma recurrente, a temas como la individualidad o las identidades de género y étnicas. El panorama literario de la narrativa irlandesa contemporánea resulta extraordinario; se muestra vital, múltiple y difícil de definir.

A manera de ejemplo de la multiplicidad característica de este universo narrativo, podríamos señalar tres rutas provisionales de recorrido que nos pueden brindar un mapa para internarnos en este territorio literario. La primera ruta o el primer grupo de obras a estudiar podría ser el de los textos que exploran la vida rural en Irlanda y que tratan los temas de la memoria, el pasado, un análisis de las relaciones familiares y el papel, por ejemplo, de los personajes femeninos en este contexto. Una referencia indispensable, en este caso, es la escritura de Edna O’Brien, cuya primera novela, The Country Girls (1960), relata el tránsito de dos mujeres jóvenes de la vida rural hacia la vida en la urbe, lo mismo que de la inocencia hacia la “geografía” del mundo adulto, con la inevitable puesta en crisis de los valores conservadores asociados al pasado infantil. Algunas décadas después, esta novela resultaría ser el primer trazo de un círculo que ha sido completado, en 2012, con la publicación de las memorias de la escritora, tituladas Country Girl, en donde O’Brien describe su propio recorrido desde el sofocante mundo de su primera juventud hasta una etapa de madurez y libertad creativa. Dentro de una órbita temática similar, aunque permeados por las estéticas gótica y del cuento de hadas, los relatos de Claire Keegan exploran las incontables adversidades (sociales y psicológicas) que los vulnerables personajes de sus textos deben enfrentar cuando intentan sobrevivir o, simplemente, expandir el estrecho espectro emocional que se les ha permitido experimentar. Lo mismo se puede afirmar de varios personajes en el ciclo de novelas de Sebastian Barry conocido como las Sligo novels (las novelas del condado de Sligo) donde, por ejemplo, Roseanne McNulty encuentra grandes dificultades para articular un relato escrito sobre su vida, a la vez que su psiquiatra se enfrenta al dilema de darla de alta y permitir su reintegración a la vida en comunidad o mantener su encierro clínico en otra institución para enfermos mentales. En todos los ejemplos mencionados, las patologías individuales o colectivas se exploran en contraste con el telón de fondo de un contexto rural que, en ocasiones, se asumía como idílico.

Una segunda selección de obras literarias viene a la mente al hablar de Dublín como la localidad en donde las tramas se desarrollan. En este caso, el reto de escritura adquiere un cariz particular, pues el Dublín de Joyce acecha los intentos contemporáneos de apropiación de una geografía literaria que es sinónimo ineludible del arte de uno de los escritores más canónicos de la tradición irlandesa. No obstante, la novela negra, a la manera de Benjamin Black (es decir, John Banville), The Barrytown Trilogy de Roddy Doyle y varias novelas de Anne Enright muestran que aún hay mucho por decir cuando se recrea la vida en Dublín.Estos autores/as reescriben el espacio urbano y denuncian, respectivamente, la doble moral de discursos políticos que resuenan en los oscuros callejones de la ciudad durante los años cincuenta; así como los fortunios e infortunios de una familia de clase trabajadora al norte de Dublín; o muestran al lector una imagen irónica de las comodidades de la vida suburbana en la ciudad durante el periodo de optimismo económico conocido como “El tigre celta”. Y se hace presente, también, la otra ciudad capital, Belfast, a manera de escenario principal en diversas obras de publicación reciente como Milkman, de Anna Burns, novela que funge como ejemplo de narrativa de crecimiento, y cuenta la historia de una joven de familia católica durante el periodo histórico conocido como The Troubles.

Una tercera selección de obras se puede agrupar en relación con la prosa de carácter metanarrativo, donde el lenguaje y el acto de la creación artística son centrales, mientras que las referencias geográficas, o incluso la trama misma, tienen una presencia tenue u oblicua.Aquí, de nuevo, las obras de John Banville, donde las atmósferas melancólicas y la elegancia de la prosa convergen, o la inquietante novela Solar Bones (2018), de Mike McCormack, dan cuenta de la solidez de una vertiente profundamente filosófica inserta en un paisaje literario que exploramos para “tener el sueño; [para] escribir la novela”. Ya sea desde la isla o desde otras geografías de su diáspora —como en el caso de la escritura de Emma Donoghue—, la narrativa contemporánea irlandesa, escrita en lengua inglesa, abunda en ejemplos de calidad literaria sobresaliente gracias a autores/as irlandeses que se encuentran escribiendo hoy en diversas locaciones del orbe.


Aurora Piñeiro

Traducción al español: Miguel Ángel Valverde